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viernes, 10 de febrero de 2012

Herencia

El ejemplo de ayer es la raíz oculta que echa los vástagos floridos o espinosos en el árbol de tu experiencia de hoy. Tienes de lo que diste, tanto cuanto recoges compulsivamente de lo que sembraste.
En los padres irascibles e intolerantes, recibes a los compañeros de otras eras con los cuales te conchabaste en la delincuencia, a fin de que reconduzcas su paso al pago ante la Ley.
En la esposa impertinente y enferma, sorprendes a la mujer que viciaste alejado de obligaciones venerables, para que, a costa de abnegación y cariño, restaures en su espíritu la dignidad del propio ser.
En el compañero insensato e infiel, tienes el ánimo enfrentado por el hombre que desviaste de deberes santificantes, de modo a que le despiertes en la conciencia, a precio de sufrimiento y renuncia, las verdaderas nociones de la honra y de la lealtad.
En los hijos ingratos encuentras, de nuevo, aquellas mismas criaturas que lanzaste al precipicio de la irreflexión y de la violencia, para que te exijan, en sacrificio incesante, la escala del reajuste.
En los obstáculos de la vida social dolorosa y difícil, recuperas exactamente los estorbos que pusiste al camino ajeno, para que vengas a esculpir, en el santuario de tus fuerzas, el respeto necesario para con la tarea de los otros.
En el cuerpo mutilado o desfalleciente te impones el resultado de los abusos a que te dedicaste, olvidado de que todos los patrimonios de la marcha son préstamos de la Providencia Mayor y que siempre devolveremos en la época prevista. Heredamos, así, de nosotros mismos todo aquello que se nos figura impedimento y miseria en el cáliz del destino.
Si deseas, por tanto, conquistar en ti mismo la victoria de la luz, acuérdate cada día que el emisario de la muerte llegará de improviso reclamándote a cuenta todo aquello que el mundo te confía a la existencia, ya sean títulos nobles y afecciones respetables, ya sean posesiones y privilegios que perduran sólo en el transcurrir de algunos días, para que, en fin, recibas como verdadera propiedad los frutos buenos o malos de tus propios ejemplos, que impelerán tu alma a la bajada a la tiniebla o a la gloria inmortal de la divina ascensión.

Dictado por el espíritu Emmanuel
Extraído del libro "Religión  de los Espíritus"

Pintura de: Annette Bezor
Tomada del blog Recogedor

Texto retirado deLuz Espiritual


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