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domingo, 19 de junio de 2011

Eterna sabiduría

Por Paulo Coelho

El Alquimista

Escrituras inmortales

“Sabio es el que conoce a los demás. Iluminado, el que se conoce a sí mismo. Fuerte es el que vence a los otros, poderoso, el que se vence a sí mismo. Rico es el que conoce la alegría...”.

¿Cómo se escribió uno de los libros más importantes del mundo? En el año 23 del reinado de Zhao, Lao Tse entendió que la guerra terminaría por destruir el lugar donde vivía. Como había pasado años meditando sobre la esencia de la vida, era plenamente consciente de que, en determinados momentos, ante todo hay que ser práctico. Así que tomó la decisión más sencilla: mudarse.

Cogió sus escasas pertenencias y se marchó en dirección a Han Keou. A las puertas de la ciudad se encontró con un centinela.
¿Adónde se dirige tan importante sabio?, preguntó el centinela.

Lejos de la guerra.
No podéis partir así. Quiero saber qué aprendisteis en tantos años de meditación. Solo os dejaré marchar si compartís conmigo lo que sabéis.

Con el único fin de librarse del centinela, allí mismo escribió Lao Tse un pequeño libro, cuya única copia le entregó. Después continuó su viaje y nunca más volvió a oírse hablar de él.

El texto de Lao Tse fue copiado y vuelto a copiar, atravesó siglos, atravesó milenios, hasta llegar a nuestros días. Se llama Tao Te Ching, está publicado en español por varias editoriales, y es una lectura imprescindible.
He aquí algunos fragmentos.

Tao Te Ching
“Sabio es el que conoce a los demás. Iluminado, el que se conoce a sí mismo. Fuerte es el que vence a los otros, poderoso, el que se vence a sí mismo. Rico es el que conoce la alegría, Hombre de voluntad, el que se mantiene en su camino.

Sé humilde, y permanecerás íntegro.
Inclínate, y permanecerás recto.
Vacíate, y permanecerás lleno.
Gástate, y permanecerás nuevo.

El sabio no se exhibe, y por eso brilla.
No quiere destacar, y por eso destaca.
No se aprecia, y por eso es apreciado.
Y porque no compite.
Nadie en el mundo puede competir con él”.

¿Lectura invisible?
Cuenta una leyenda japonesa que un monje, entusiasmado con la belleza del libro chino Tao Te Ching, decidió recabar fondos para traducir y publicar aquellos versos en su lengua. Tardó diez años en reunir dinero suficiente.

Sin embargo, una epidemia de peste asoló su país, y el monje resolvió emplear el dinero en aliviar el sufrimiento de los enfermos. Pero en cuanto la vida hubo vuelto a su cauce normal, de nuevo partió en busca del dinero para la publicación del Tao.

Pasaron diez años más, y cuando ya se preparaba para imprimir el libro, un maremoto dejó sin hogar a centenares de personas.
El monje volvió a gastarse el dinero en la reconstrucción de casas para los que lo habían perdido todo. Transcurrieron otros diez años, el monje consiguió reunir el dinero, y al fin pudo el pueblo japonés leer el Tao Te Ching.

Dicen los sabios que este monje hizo en realidad tres ediciones del Tao: dos invisibles y una impresa. Mantuvo la fe en su objetivo, mas no dejó de prestar atención a su semejante.
Texto retirado de: La Revista

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