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domingo, 17 de julio de 2011

Contra los problemas

Por Paulo Coelho

El Alquimista

El tiempo y la sabiduría

“No nos transformamos en maestros porque sabemos repetir lo que los maestros hacen, sino porque aprendemos a pensar por nosotros mismos”.


¿Cómo puedo ayudarte? Yo puedo saber cómo comportarme ante un determinado problema, pero esta es mi manera de actuar. Si tú estás procurando crecer, observa a los otros, pero jamás intentes  actuar exactamente como ellos,  cada persona tiene un camino diferente en esta vida.


No nos transformamos en maestros porque sabemos repetir lo que los maestros hacen, sino porque aprendemos a pensar por nosotros mismos. Descubre tu propia luz, o pasarás el resto de la vida siendo un pálido reflejo de la luz ajena.

La iluminación en siete días
Un maestro zen decía: Buda afirmó a sus discípulos: quien se esfuerza, puede alcanzar  la iluminación en siete días. Si no lo consigue, con seguridad la alcanzará en siete meses, o en siete años.

Entusiasmado, el joven preguntó cómo conseguiría llegar a la sabiduría en siete días.

-Concentración– fue la respuesta.
El joven comenzó a practicar, pero a los 10 minutos ya se había distraído. Volvió a empezar, y nuevamente perdió la concentración.
Al cabo de una semana, no había conseguido ningún resultado concreto, pero estaba atento a sus ansiedades y a sus fantasías. Lentamente fue prestando atención a todo lo que le distraía, y encontró que no estaba perdiendo el tiempo, sino habituándose consigo mismo.
Un buen día, decidió que no era necesario llegar tan rápidamente a su meta, ya que el camino le estaba enseñando muchas cosas.
Y fue en este momento que  se  tornó un iluminado.

La historia de las dos ranas
Existen ciertos momentos en que la paciencia –por más difícil que sea– es la única manera de soportar determinados problemas. El famoso relato a continuación ilustra bien la virtud de saber esperar:

Dos ranas cayeron dentro de una jarra de leche. Una era grande y fuerte, pero impaciente, y confiando en su forma física, luchó la noche entera, debatiéndose para escapar.

La otra era pequeña y frágil. Como sabía que no tendría energía para luchar contra su destino, resolvió entregarse. Con sus patas hizo apenas los movimientos necesarios para mantenerse en la superficie, sabiendo que tarde o temprano moriría. “Cuando no se puede hacer nada, nada se debe hacer” pensaba ella.

Y así las dos pasaron la noche; una en la tentativa desesperada  de salvarse, la otra aceptando con tranquilidad la idea de la muerte.

Exhausta con el esfuerzo, la rana mayor no aguantó más y murió ahogada. La otra rana consiguió flotar toda la noche y cuando a la mañana siguiente resolvió entregarse, se dio cuenta que los movimientos de su compañera habían transformado la leche  en manteca.
Y todo lo que tuvo que hacer fue saltar fuera de la jarra.
Texto retirado de: La Revista

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