La mascota del blog

domingo, 7 de agosto de 2011

Aceptarte a ti mismo

Por Paulo Coelho 

El Alquimista


Vivir mejor 

“Debemos, siempre que sea posible, celebrar hoy las pequeñas victorias de ayer, por más insignificantes que parezcan. Mañana se aproxima una nueva lucha que exigirá nuestra atención y esfuerzo...”.


Cuando ganes, celébralo. Celebrar una conquista es importante, es un rito de pasaje. Esta victoria costó momentos difíciles, noches de dudas, interminables días de espera. Desde los tiempos antiguos, alegrarse por un triunfo forma parte del propio ritual de la  vida.


La conmemoración marca el final de una etapa  aunque, por increíble que parezca, mucha gente se rehúsa a hacerla por miedo a la decepción, a atraer el “mal de ojo”. Quien así actúa, no se beneficia del mejor regalo que la victoria nos da: confianza.


Debemos, siempre que sea posible, celebrar hoy las pequeñas victorias de ayer, por más insignificantes que parezcan. Mañana se aproxima una nueva lucha que exigirá nuestra atención y esfuerzo: el recuerdo de un éxito nos hace más fuertes para la próxima batalla. A continuación  algunas pequeñas historias al respecto.


Aceptando que merece lo mejor

El famoso pianista Arthur Rubinstein (1887-1982) se atrasó para un almuerzo en un importante restaurante de Nueva York.  Sus amigos estaban ya preocupados cuando Rubinstein finalmente apareció al lado de una rubia espectacular, con un tercio de su edad.


Conocido por su tacañería, esa tarde él pidió los platos más caros, los vinos más raros y sofisticados. Y al final, pagó la cuenta con una sonrisa en los labios.


Sé que les va a extrañar –dijo Rubinstein– pero hoy fui al abogado a hacer mi testamento. Dejé una buena cantidad para mi hija, también para mis parientes e hice generosas donaciones para obras de caridad. De repente, me di cuenta de que yo no estaba incluido en mi testamento: ¡todo era de los otros! Y a partir de ahí, he decidido tratarme a mí mismo con más generosidad.


Aceptar que merece el presente

La periodista Belisa Ribeiro estaba maquillándose para ir a una fiesta cuando se detuvo y se contempló en el espejo.

He aquí como me vi –cuenta– Estaba intentando equilibrar en las manos el lápiz de labios, el delineador de ojos, el colorete y el rímel. Me quedé pensando: ¿por qué actúo así? ¿Por qué agarro tantas cosas si solo puedo usar una de ellas cada vez?


Coloqué todo en el cesto de maquillaje y volví a empezar. Procuré acordarme de tantas veces en mi vida en que actué de este modo, viviendo un momento y pensando en otro, quedando estresada por cosas que tenían día y hora señalados para ser vividas. A partir de aquel momento, me prometí que cada minuto de mi vida tendría su propia bendición, y yo estaría completamente concentrada en ella”.


Aceptar que merece los dones

Durante una conferencia en Australia, una joven se aproxima. “Quiero contarle algo” me dice: “Siempre pensé que tenía el  don de curar, pero nunca había tenido el valor de utilizarlo con nadie. Un día, mi marido tenía mucho dolor en su pierna izquierda, no había nadie cerca que pudiera ayudar y decidí –aunque muerta de vergüenza– colocar mis manos sobre su pierna y pedir que el dolor desapareciera.


Actué sin creer que sería capaz de ayudarlo. De repente, escuché que rezaba en voz alta: “Permite, Señor, que mi mujer sea mensajera de Tu luz, de Tu fuerza”, decía. Mi mano comenzó a calentarse y el dolor de él desapareció.


Después le pregunté por qué había rezado de aquella manera, y me contestó que no recordaba haber dicho nada. Así, hoy soy capaz de curar porque él confió en que era posible”.

Texto retirado de: La Revista

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blog Widget by LinkWithin