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domingo, 25 de noviembre de 2012

Jorge Amado: ‘Al mayor de todos’

Por Paulo Coelho 

El Alquimista

“En ningún momento Jorge se deja llevar por la vía fácil de la crítica destructiva, y se convierte en mi defensor en un momento difícil para mí, pues la mayor parte de los comentarios sobre mi trabajo eran críticas muy duras”.

Cruzando la avenida
Copacabana

Yo había editado, con mis propios recursos, un libro titulado Los Archivos del Infierno. Todos sabemos lo difícil que es publicar un trabajo, pero existe algo aún más complicado: lograr que sea exhibido en las librerías. Todas las semanas mi mujer iba a visitar a los libreros de un lado de la ciudad, mientras yo me dirigía a otra zona para hacer lo mismo.
Iba ella de esta manera, con ejemplares de mi libro bajo el brazo, cruzando la avenida Copacabana, cuando se dio cuenta de que en la acera de enfrente estaban nada menos que ¡Jorge Amado y Zélia Gattai! Siguiendo un impulso, los abordó y les dijo que su marido era escritor. Jorge y Zélia (que probablemente debían escuchar eso todos los días) la trataron con mucho cariño, la invitaron a un café, le pidieron un ejemplar, y se despidieron deseando que me fuera muy bien en mi carrera literaria.
–¡Te has vuelto loca!– le dije, cuando regresó a casa –¿No te das cuenta de que Amado es el escritor brasileño más importante de nuestro tiempo?
–Pues justo por eso– respondió ella–. Quien llega adonde él ha llegado, tiene que tener un corazón puro.

El recorte en el sobre

Las palabras de Christina no podían ser más acertadas: un corazón puro. Y Jorge, el escritor brasileño más conocido internacionalmente, era (y es) la gran referencia de lo que ocurría en nuestra literatura.
Cierto día, sin embargo, El Alquimista, escrito por otro brasileño, entra en la lista de los libros más vendidos en Francia, y en pocas semanas alcanza el número uno.
Días después, recibo por correo un recorte de la lista, junto con una carta afectuosa suya, felicitándome por este logro. Jamás tendría cabida, en el corazón puro de Jorge Amado, un sentimiento como los celos.
Algunos periodistas –brasileños y extranjeros– empiezan a provocarlo, haciéndole preguntas malintencionadas. En ningún momento Jorge se deja llevar por la vía fácil de la crítica destructiva, y se convierte en mi defensor en un momento difícil para mí, pues la mayor parte de los comentarios sobre mi trabajo eran críticas muy duras.

La desesperación de Anne

Recibo finalmente mi primer premio literario en el extranjero –más concretamente, en Francia–. Sucede que, en el día de la entrega, voy a estar en Los Ángeles debido a compromisos asumidos anteriormente. Anne Carriére, mi editora, se desespera. Habla con los editores norteamericanos, que se niegan a renunciar a las conferencias ya programadas.
La fecha del premio se aproxima, y el premiado no podrá asistir... ¿Qué se puede hacer? Anne, sin consultarme, llama a Jorge Amado y explica la situación. Inmediatamente, Jorge se ofrece para representarme en la entrega del premio.
Y no se limita a eso: telefonea al embajador brasileño y lo invita, escribe un discurso muy bonito, y deja a todos los presentes emocionados.
Lo más curioso de todo es que yo solo conocería personalmente a Jorge Amado casi un año después de la entrega de este premio. Pero su alma, eso sí, yo ya había aprendido a admirarla igual que admiro sus libros: un escritor famoso que jamás despreciaba a los principiantes, un brasileño que se alegraba con el éxito de sus paisanos, un ser humano siempre dispuesto a ayudar cuando le pedían algo.
Gracias, Jorge. Que el mundo conozca cada vez mejor tu trabajo, porque fue escrito con el talento de un genio –por un hombre de bien.
Dibujo deTina Berning
Texto retirado de: La Revista


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