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lunes, 12 de abril de 2010

Engañarse a sí mismo

Por Paulo Coelho
El Alquimista

“Forma parte de la naturaleza humana juzgar a los demás con mucha severidad y, cuando el viento sopla contra nuestros deseos, encontrar enseguida una disculpa o despotricar contra el prójimo para encubrir nuestros errores”.

Forma parte de la naturaleza humana juzgar a los demás con mucha severidad y, cuando el viento sopla contra nuestros deseos, encontrar enseguida una disculpa o despotricar contra el prójimo para encubrir nuestros errores. Escribo a continuación algunas historias de diversas tradiciones sobre las maneras que el ser humano tiene de engañarse a sí mismo:

Riqueza en el otro mundo
Al pastor le gustaba predicar que los ricos jamás entrarían en el reino de los cielos. Cierto día, un miembro de su congregación le preguntó si podría encontrarse con él tras el oficio religioso.

-¿No es verdad que aquel que es pobre en este mundo será rico en el Paraíso? Pues, como la iglesia es rica, y yo ahora soy pobre, podría prestarme diez monedas de oro que me están haciendo falta.

Sin dudarlo, el pastor extrajo diez monedas de oro del cofre. Antes de entregárselas al otro, le preguntó qué iba a hacer con ellas.

-Voy a crear una empresa.

El pastor volvió a depositar las monedas en el cofre:

-Como eres un hombre capaz, tendrás muchos beneficios en tu empresa, y acabarás haciéndote rico. No entrarás en el cielo, y no tendrás cómo pagar tu deuda. Lo mejor es que las cosas se queden como están.

El lobo y Shiva
Un lobo caminaba por el bosque, cuando se acercó a un templo dedicado al dios Shiva. “Ya llevo casi un día entero cazando, y aún no he conseguido nada. ¿Será una señal? Tal vez deba aprovechar este día para ayunar en honor a Shiva”.

Lo que el lobo no sabía era que Shiva lo estaba observando. Para probar su sinceridad, se transformó en oveja, y apareció delante del templo.
El lobo salió de su trance y arremetió sobre la presa; pero ante cada ataque, la oveja lograba reaccionar con una agilidad nunca vista. Tras casi media hora de esfuerzos, el lobo se dio por vencido, y regresó a sus meditaciones, consolándose a sí mismo.
“Soy un animal fiel; no he roto el ayuno en honor de Shiva”.

El caballo y su destino
Cierto mensajero fue enviado en una misión urgente a una lejana ciudad. Ensilló su caballo, y partió a todo galope. Después de pasar sin parar frente a varias posadas, el caballo pensó:

-No hemos parado para comer en ningún establo, lo que significa que ya no me están tratando como a un caballo, sino como a un ser humano. Al igual que todos los hombres, creo que comeré en la próxima gran ciudad.

Pero las grandes ciudades se sucedían una tras otra, y su jinete proseguía el viaje. Entonces el caballo comenzó a pensar:

-Tal vez no me haya transformado en un ser humano, sino en un ángel, pues los ángeles nunca necesitan comer.

Finalmente, alcanzaron el destino, y al animal lo condujeron hasta el establo, donde devoró el heno que allí se encontraba con un apetito voraz.

-¿Por qué pensar que las cosas cambian apenas porque no siguen el ritmo de siempre?- se decía a sí mismo –No soy ni un hombre ni un ángel: tan solo soy un caballo hambriento.

Texto retirado de: La Revista

1 comentario:

  1. gracias por compartir!

    Siempre un placer pasar a leerte!

    Recibe un relajante y cálido abrazo par tu ser.

    Beatriz

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