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viernes, 1 de abril de 2011

FATALIDAD Y LIBRE ALBEDRÍO

Antes del regreso a la experiencia en el Plano Físico, nuestra alma en oración ruega al Señor la concesión de la lucha para el trabajo de nuestro propio reajuste.

Solicitamos la reaproximación de antiguos adversarios.

Imploramos el retorno al círculo de obstáculos que nos presenció la derrota en romerías mal vividas...

Suplicamos la presencia de verdugos con quienes cultiváramos el odio, para intentar la cultura santificante del amor...

Pedimos sea llevado de nuevo a nuestros labios el cáliz de las pruebas en que fracasamos, esperando ejercitar la fe y la resignación, la paciencia y el valor. . .

Y con la intercesión de variados amigos que se transforman en confiantes avalistas de nuestras promesas, obtenemos la bendición de la vuelta.

Efectivamente en tales circunstancias, el esquema de la acción surge trazado.

Somos herederos de nuestro pretérito y, en esa condición, construimos nuestros propios destinos.

Entretanto, imantados temporalmente al vehículo terrestre, acariciamos nuestras antiguas tendencias de fuga al deber ennoblecedor.

Instintivamente, tornamos, despreocupados, a la casa de ventajas físicas, de caprichos perniciosos, de mentiroso dominio y de nefasto placer.

El egoísmo y la vanidad acostumbran retomar el timón de nuestro destino y abominamos el sufrimiento y el trabajo, como si nos fuesen duros verdugos, cuando solamente con el auxilio de ellos conseguimos volver a erguir el corazón hacia la victoria espiritual a que somos dirigidos. Es, por eso, que fatalidad y libre albedrío coexisten en los mismos ángulos de nuestra jornada planetaria.

Generamos causas de dolor o alegría, de salud o enfermedad en variados momentos de nuestra vida.

El mapa de regeneración vuelve con nosotros al mundo, consonante a las responsabilidades por nosotros mismos asumidas en el pretérito remoto y próximo; con todo, el modo por el cual nos libramos de los efectos de nuestras propias obras facilita o dificulta nuestra marcha redentora en la senda que el mundo nos ofrece.

Aceptemos los problemas y las inquietudes que la Tierra nos impone ahora, atendiendo a nuestros propios deseos, en la planificación que ayer organizamos, fuera del cuerpo denso, y tengamos cautela con el modo de nuestra movilización en el campo de nuestras propias tareas, porque, conforme a nuestras directrices de hoy, en la preparación del futuro, la vida nos ofrecerá mañana paz o lucha, felicidad o prueba, luz o tiniebla, bien o mal.
Pintura de: T. S. Abe
Tomada del blog Recogedor 
Por el espírituEmmanuel
Texto tomado del: 
Libro "
NACER Y RENACER
".

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