¿Y los malos discípulos?
Un discípulo preguntó al maestro Firoz:
La simple presencia de un maestro hace que toda clase de curiosos se aproximen para descubrir algo que les pueda beneficiar. ¿No podría ser esto perjudicial o negativo? ¿No puede esto desviar al maestro de su camino o hacer que sufra porque no consiguió enseñar lo que quería?
Firoz, el maestro sufí, respondió a ello:
- La visión de un árbol cargado de frutas despierta el apetito de todos los que pasan por su lado. Si alguien desea saciar su hambre, más allá de su capacidad, termina comiendo más fruta de la necesaria, y se encuentra mal. Sin embargo, esto no causa ningún tipo de indigestión al dueño del árbol. Lo mismo sucede con la búsqueda. El camino tiene que estar abierto para todos: “pero Dios se encarga de colocar los límites de cada uno”.
Respetando los límites
Un arquero caminaba por los alrededores de un monasterio hindú, conocido por la dureza de sus enseñanzas, cuando vio a los monjes en el jardín... bebiendo y divirtiéndose.
– ¡Qué hipócritas son los que buscan el camino de Dios! –comentó el arquero en voz alta-. ¡Dicen que la disciplina es importante y se embriagan a escondidas!
– Si disparas cien flechas seguidas, ¿qué le ocurrirá a tu arco? – preguntó el más anciano de los monjes.
– Mi arco se romperá. – Si alguien se esfuerza más allá de sus límites, también acaba rompiendo su fuerza de voluntad. El que no equilibra el trabajo con el descanso pierde el entusiasmo, agota su energía y no llega muy lejos.
La ciudad escondida
Un eremita del monasterio de Sceta se aproximó al abad Teodoro:
– Sé perfectamente cuál es el objetivo de la vida. Sé lo que Dios le pide al hombre, y conozco la mejor manera de servirlo. Y, a pesar de eso, soy incapaz de realizar todo lo que debería estar haciendo para servir al Señor.
El abad Teodoro permaneció en silencio. Finalmente dijo:
– Tú sabes que existe una ciudad al otro lado del océano. Pero aún no has encontrado el barco, no has puesto tu equipaje a bordo, ni has cruzado el mar.
¿Para qué pasar el tiempo comentando cómo es dicha ciudad, o cómo debemos caminar por sus calles?
Conocer el objetivo de la vida, o la mejor manera de servir al Señor, no basta.
Pon en práctica lo que piensas, y el camino se mostrará por sí mismo.
Retirado de: http://www.eluniverso.com/
http://www.eluniverso.com/2009/04/19/1/1380/6A22E87A0084480AB62F19F9CA3BA2A4.html
Como me gusta P.Cohelo, hubo un tiempo que me ayudo a seguir el camino, cuando era muy joven y se abrian demasiados caminos, no se porque ahora no he recurrido a él. Gracias a ti, que veo que hace dias nos enseñas varias entradas voy corriendo a coger un libro de el. Que tengo muchos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu comentario y parabienes a mi familia en mi post....
ResponderEliminarla verdad es que lucho cada dia por mejorar como padre y esposo...