La mascota del blog

domingo, 20 de septiembre de 2009

La señal en Túnez

Por Paulo Coelho 
El Alquimista

Gracias a Dios, la sala está llena para la conferencia que voy a dar en este país africano. Dos intelectuales locales están encargados de hacer la presentación; nos encontramos antes, uno de ellos tiene un texto de dos minutos, el otro escribió una tesis sobre mi obra de un cuarto de hora de duración.
Un encuentro entre desconocidos en escenarios lejanos puede engrandecer la sensibilidad humana y la unión.
Comienza la conferencia. Las presentaciones no duran más de cinco minutos, y me quedan ahora cuarenta y cinco para un diálogo abierto. Digo que no estoy allí para explicar nada, sino que lo interesante sería establecer un diálogo.

Viene la primera pregunta, por parte de una joven: ¿qué son las señales de las que tanto hablo en mis libros? Le explico que es un lenguaje absolutamente personal que desarrollamos a lo largo de la vida, a través de aciertos y errores, hasta que entendemos cuándo nos está guiando Dios. Otro pregunta si fue una señal lo que me trajo a este lejano país, y le digo que sí, que estoy haciendo un viaje de 90 días para celebrar mis 20 años de peregrinación por el Camino de Santiago. 

Continúa la charla, el tiempo pasa rápidamente, hay que dar por finalizada la conferencia. Escojo al azar, de entre cerca de 600 personas, a un hombre de mediana edad, con un gran bigote, para la última pregunta.

Y el hombre dice:
-No quiero hacer ninguna pregunta. Solo quiero mencionar un nombre. 

Y dice el nombre de una pequeña ermita, que se encuentra en mitad de ninguna parte, a miles de kilómetros del lugar donde me encuentro, donde un día coloqué una placa dando gracias por un milagro. Y adonde fui, antes de esta peregrinación, para pedir a la Virgen que protegiese mis pasos. 

Ya no sé cómo continuar la conferencia. Las palabras que vienen a continuación las escribió Adam Fethi, uno de los dos escritores que forman la mesa:

“Y de repente, en aquella sala, parecía que había parado de moverse el Universo. Tantas cosas sucedieron: vi tus lágrimas. Y vi las lágrimas de tu dulce mujer, cuando aquel lector anónimo pronunció el nombre de una capilla perdida en un lugar del mundo. 

“Perdiste la voz. Tu rostro sonriente se tornó serio. 

“Allí también estaba yo, con un nudo en la garganta, sin saber por qué. Busqué a mi mujer y a mi hija en la sala; siempre las busco cuando me siento cerca de algo que no conozco. Ellas estaban allí, pero tenían los ojos fijos en ti. 

“Entonces intenté fijarme en Cristina, pidiendo socorro, intentando comprender lo que estaba sucediendo. Y vi que también ella lloraba, en silencio. 

“Y durante unos largos segundos no hubo sala, ni público, ni nada. Tú y tu mujer os habías marchado a un lugar adonde nadie podía seguiros; lo único que había era la alegría de vivir todo eso, que era contado sólo con el silencio y la emoción. 

“Las palabras son lágrimas que fueron escritas. Las lágrimas son palabras que necesitan salir a borbotones. Sin ellas, ninguna alegría tiene brillo, y ninguna tristeza tiene final. Por lo tanto, gracias por tus lágrimas.” 

Debería haberle dicho a la chica que me había hecho la primera pregunta, acerca de las señales, que allí había una de ellas. Pero creo que no era necesario: debió de darse cuenta.


Texto retirado de: La Revista

1 comentario:

  1. Magnífico. Gracias a ti he comprado varios libros de Coelho y son verdaderamente maravillosos. Un abrazo.

    ResponderEliminar

Blog Widget by LinkWithin