8. El Divorcio.
El divorcio es un ley humana que tiene por objeto separar legalmente a los que estaban separados de hecho; no es contrario a la ley de Dios, puesto que sólo reforma lo que los hombres han hecho, y solo es aplicable en los casos en que no se ha tomado en cuenta la ley divina.
Del Item 5, del Cap. XXII , de “ El Evangelio Según el Espiritismo”.
Partiendo del principio de que no existen uniones coincidenciales, el divorcio, no debe ser rigurosamente aceptado entre las criaturas.
Es ahí, en los lazos matrimoniales definidos ante la ley, donde se operan correcciones y reconciliaciones dirigidas a la elevación del alma.
El matrimonio será siempre un instituto benéfico, donde se recibirá en flores de alegría y esperanza, a aquellos que la vida aguarda para el trabajo de su propio perfeccionamiento y elevación. Con el progreso consigue nuevos horizontes y la ley de la reencarnación consigue los fines para los cuales fue destinada.
Ocurre mientras tanto, que la Sabiduría Divina jamás instituye principios de violencia, y el espíritu, en muchas situaciones aumenta sus deudas, disponiendo de sus facultades, para interrumpir, rechazar, modificar, discutir o adelantar transitoriamente el desempeño de los compromisos que abraza.
En muchos casos, es la propia individualidad, en la vida de espíritu, antes de reencarnar quién señala el matrimonio difícil, llamando para así al compañero o la compañera de existencias pasadas para los ajustes que pacificarán su conciencia, en vista de los errores causados en épocas pasadas.
Nuevamente conducida, a la costra terrestre y dirigida a la unión matrimonial que atrajo sobre si misma, se ve entristecida frente a los problemas que se le presentan. Algunas veces el compañero o la compañera caen de vuelta en el ejercicio de la crueldad de otro tiempo, ya sea a través del menosprecio, el irrespeto, la violencia o la infidelidad, y el cónyuge perjudicado no siempre haya recursos para sobreponerse a los procesos de desgaste moral de los cuales es victima.
Llamados, muchas veces, a la resistencia, es muy natural que el esposo o la esposa relegados a un sufrimiento indebido, se escuda en el divorcio para no caer en el suicidio, el homicidio u otras calamidades que complicarían más su destino. En esos momentos surge la separación, como una bendición necesaria y el cónyuge perjudicado encuentra en el tribunal de su propia conciencia el apoyo moral de auto- aprobación, para renovar el camino que le corresponde acogiéndose o no a una nueva compañía para su trajinar correspondiente.
Es obvio que no nos es lícito estimular el divorcio en ningún momento, compitiéndonos solamente en este sentido, reconfortar y reanimar a los hermanos en lucha, en los matrimonios de prueba, a fin de que se sobrepongan a sus susceptibilidades venciendo las duras etapas de regeneración o expiación que pidieron antes de su reencarnación, en ayuda para sí mismos; aún así, es justo reconocer que la esclavitud no proviene de Dios y que nadie tiene el derecho de torturar a nadie, frente a las Leyes Eternas.
El divorcio basado en razones justas, es providencia humana y claramente comprensible en los procesos de evolución pacífica.
Efectivamente nos enseño Jesús: “ No separéis lo que Dios ha unido” y no es justo intervenir en la vida de ningún cónyuge en el intento de apartarlo de la obligación a que se comprometió. Ocurre además, que si no nos cabe separar aquello que la ley de Dios unió para determinados fines, son, ellos mismos, los amigos, que se unieron por vínculos del matrimonio, quienes deben buscar su separación, correspondiéndonos únicamente la obligación de respetar su libre escogencia, sin atacar su decisión.
Por el espíritu de: Emmanuel
Psicografía: Francisco Cándido Xavier.
Texto retirado del: Libro VIDA Y SEXO.
Vine a conocerte en tu casa ,te estuve leyendo...volveré a leerte con más tiempo...un cariño edita
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