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miércoles, 6 de enero de 2010

ANTE EL OFENSOR

Aquel que nos hiere habrá asumido, ante nuestros ojos, la faz de un enemigo terrible, sin embargo, el Divino Maestro que tomamos por guía de nuestro pensamiento y conducta, determinó perdonarlo setenta veces siete.

Por otro lado las ciencias psicológicas de la actualidad, absolutamente concuerdan con Jesús, aseverando que es preciso desinhibir el corazón de cualquier resentimiento y establecer el equilibrio en el gobierno de nuestras potencias mentales, a fin que la tranquilidad se exprese en nuestra existencia en términos de salud y armonía.

Cómo, a pesar de todo, realizar semejante efecto? entendiendo que la comprensión no es fruto de las afirmativas labiales, es forzoso reconocer que el perdón exige profundas operaciones en las estructuras de la conciencia.

Si un problema de esos nos aflora en lo cotidiano, - nosotros, los que aspiramos a seguir al Cristo, - pensemos primeramente a nuestro opositor en su condición de hijo de Dios, así como nosotros, y situándonos en su lugar, imaginemos cómo estimaríamos que la Ley de Dios nos tratase, en similares circunstancias.

De inmediato observaremos que Dios está en nuestro desagradable asunto, así como un padre amoroso y sabio se encuentra moralmente en la contienda de los hijos.

Entonces, a la luz del sentimiento nuevo que nos brotará del ser, examinaremos espontáneamente hasta que punto habremos acertado el comportamiento del adversario para con nosotros.

Es muy difícil que no tengamos alguna parte de culpa en los sucesos indeseables de que nos hicieran víctimas, pero el influjo de la Divina Providencia, a cuyo patrocinio recorremos, nos hará posible recordar nuestros impulsos menos felices, las sugestiones delictuosas que igualmente habremos lanzado, las pequeñas acusaciones indebidas y las diminutas desconsideraciones que perpetráramos, a veces, hasta impensadamente, sobre el compañero que ya no resistió más la persistencia de nuestras provocaciones, cayendo, por fin, en la situación de enemigo delante de nosotros.

Efectuando un autoexamen, la visión de nuestras propias faltas no nos permitirá más emitir cualquier tipo de censura en perjuicio de alguien. Muy por el contrario, proclamaremos de pronto, en el mundo íntimo , la urgente necesidad de la Misericordia Divina para nuestro adversario y para nosotros.

Entonces, ya no hablaremos más de manera singular, delante de aquel que nos hiere, diciéndole:

"Yo te perdono " y sí, delante cualquier ofensor con que seamos enfrentados en el camino de la vida, diremos sinceramente a Dios en oración:
- "Padre de Infinita Bondad, perdónanos a nosotros dos".

Pintura de: Paul Robert Turner, tomada del blog: Recogedor

Por el espíritu de: Emmanuel
Texto retirado del: Libro "ATENCIÓN".

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