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domingo, 24 de enero de 2010

Voces que importan

Por Paulo Coelho
El Alquimista

Saber escuchar los insultos
En el reino del Oeste vivía una reina que se llamaba Layla. Su sabiduría iluminaba la tierra como el sol, su belleza cegaba a los hombres, y su riqueza era mayor que la de cualquier otro monarca.

“Pero existe una cosa que no puedo hacer: ordenar que el pueblo cierre la boca”.

Cierta mañana, su principal consejero pidió una audiencia, y le comentó:
-¡Gran reina Layla! Su alteza es la más sabia, la más bella y la más rica mujer del mundo. Pero he escuchado algunas cosas que no me agradan; algunas personas se ríen o se quejan de las decisiones de la reina. ¿Por qué, a pesar de todo lo que ha hecho por sus súbditos, estos siguen sin estar contentos?

La reina sonrió y respondió:
-Fiel consejero: tú sabes todo lo que he hecho por mi reino. Siete regiones están bajo mi control, y en todas ellas reinan la paz y la prosperidad. En todas las ciudades, las decisiones de mi corte son justas e inspiradas.

»Yo puedo hacer casi todo lo que quiera. Puedo ordenar que se cierren las fronteras, que se tranquen las puertas del palacio, o que el cofre del tesoro sea sellado por tiempo indefinido.

»Pero existe una cosa que no puedo hacer: ordenar que el pueblo cierre la boca. No se trata de escuchar las falsedades que dicen ciertas personas; lo importante es continuar haciendo lo que considero verdadero».

Fertilizando el campo
El maestro zen le encargó al discípulo que cuidase del campo de arroz.
El primer año, el discípulo permaneció atento para que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte, y la cosecha fue buena.
El segundo año tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido, y la cosecha fue mayor.
El tercer año usó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz brotó pequeño y sin brillo.
-Si continúas aumentando la cantidad de abono, lo que salga el año que viene no tendrá ningún valor –dijo el maestro–. Fortaleces a alguien cuando lo ayudas un poco, pero lo debilitas si lo ayudas demasiado.

El lado bueno siempre escucha

Cuando iba hacia el lago, Confucio siempre pasaba frente a determinada casa, y paraba allí para conversar sobre el jardín que había frente a la fachada, que era el orgullo de su propietario.

En algunas ocasiones, el hombre estaba borracho, pero Confucio fingía no darse cuenta y continuaba hablando sobre el jardín.
Cierto día que el hombre estaba muy embriagado, un discípulo comentó:
-Él no consigue escuchar, porque su alma está llena de alcohol.

Confucio respondió:
-El crecimiento de una persona solo se consigue si se sabe que esta tiene un lado bueno. En los momentos de debilidad, es necesario llamar la atención de este lado. Por este motivo, yo le hablo sobre la belleza de su trabajo como jardinero y sé que, en algún rincón de su alma, él me está escuchando. De esta manera consigo evitar que la culpa destruya su deseo de seguir en el camino.


Texto retirado de: La Revista

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