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viernes, 15 de octubre de 2010

EVANGELIO Y CARIDAD

16- EVANGELIO Y CARIDAD
Antes de Jesús no se conocía la caridad.
Los monumentos de las civilizaciones antiguas no honran a la divina virtud.
Las ruinas del palacio de Nabucodonosor, en el suelo en el que se alzaba la grandeza de Babilonia hablan, sencillamente, de la pompa y el poder que los siglos han extinguido.


En las memorias del Egipto glorioso, las pirámides no se refieren a la compasión.


Los famosos hipogeos de Persépolis son certificados de orgullo racial.
Las murallas de la China trasuntan la preocupación por la defensa.


En los viejos santuarios de la India, el Todopoderoso es venerado por millones de fieles, indiscutiblemente sinceros, pero deliberadamente apartados de sus semejantes nacidos en la condición de parias despreciables.


La Acrópolis de Atenas, con sus respetables columnas, es loor a la inteligencia.


El Coliseo de Vespasiano en Roma, es un monumento levantado al triunfo bélico, para las expansiones de la alegría popular.


Durante miles de años el hombre ha admitido la hegemonía de los más fuertes y la ha consagrado a través del arte y la cultura que fue susceptible de crear y desarrollar.


Sin embargo, con Jesús el panorama social experimenta transformaciones decisivas.


El Maestro no se limita a enseñar el bien. Desciende a convivir con la multitud y lo materializa con su propio esfuerzo.


Cura a los enfermos en la vía pública, sin ceremonias, y ayuda a millares de oyentes, amparándolos en la solución de los más complicados problemas de índole moral, sin valerse de la etiqueta del culto externo.


Lega a sus discípulos la parábola del buen samaritano que enaltece, para siempre, la misión sublime de la caridad.


La anécdota es sencilla y elocuente.
Transmite Lucas la palabra del Celeste Orientador explicando que "descendía un hombre desde Jerusalén hacia Jericó y cayó en manos de ladrones que lo asaltaron, apaleándolo y dejándolo casi muerto. Ocasionalmente pasó por el mismo camino un sacerdote, y al verlo siguió de largo. Y del mismo modo también un levita, acercándose al lugar y observándolo, continuó su camino. Pero un samaritano que iba de viaje llegó hasta él, y al verlo se conmovió de íntima piedad. Aproximándose al infortunado curó sus heridas, lo ubicó sobre su cabalgadura y solícito le proporcionó asilo en una posada".


Vemos, en el relato, que el Señor coloca como necesitado, sencillamente, a "un
hombre".
No identifica su raza, color, posición social o sus puntos de vista.


En él está representada la Humanidad sufriente que carece del auxilio de criaturas que enciendan la luz de la caridad, por sobre cualquier preconcepto de clase o religión.


Desde entonces surge en la Tierra un nuevo movimiento de solidaridad humana.


Con el transcurso del tiempo, los apóstoles se dispersan y enseñan en diferentes lugares del mundo que “mas vale dar que recibir”.


E inspirados en la lección del Señor, los pioneros del bien sustituyen los valles de inmundicia por confortables hospitales, combaten vicios multímilenarios con orfanatos y albergues infantiles, instalan escuelas donde se proporciona cultura a los esclavos, crean instituciones de socorro y previsión, mientras que la sociedad da lugar a la mendicidad en los mas débiles. Y como genio cristiano en la Tierra, la caridad continúa creciendo con los siglos a través de la bondad de un Francisco de Asís, de la dedicación de un Vicente de Paúl, de la beneficencia de un Rockefeller o de la fraternidad de un compañero anónimo de la vía pública, para evidenciar, valerosa y sublime, que el Espíritu de Cristo continúa obrando con nosotros y por nosotros.


Pintura de: Alejandro Decinti, tomada de la website decinti

Por el espíritu: Emmanuel


Texto retirado del: Libro "DERROTERO".

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